domingo, noviembre 27, 2005

No leer esto 8(

SanMetro o Una Simple Experiencia

Hago mi mochila, me despido de todos y me dirijo al metro. Bajo sus escaleras y voy sonriendo. No sé porqué, pero me encanta el metro de Santiago. Si viviera en la capital pasaría el día entero metida bajo tierra. Haciendo nada, mirando, viendo los aburridísimos videos que pasan, como el clip de Pali que me tocó ver mientras esperaba. Que cosa más aterradora. Trataron de hacer una mezcla se “Scream” de mi querido Michael y “What´s your flavour” de Craig David. Igual me quedo pegada viéndolo, el metro se demora su resto.
Llega. Me subo y va lleno. Me siento en el suelo y miro a todos los que van a mi alrededor. Después de la tercera estación que paso, se desocupan tres asientos, pero prefiero seguir en el suelo. Me fijo en una pareja un poco dispareja. Él, de cómo cincuenta años, pero de esos viejos lolos. Usa una camisa celeste con chaqueta de terno, jeans y zapatillas. A su lado una mina de como veinte años, no más. Es linda, su piel es blanca, delgada, de pelo muy negro y lleva una bolsa con pan. Me doy cuenta de que son pareja porque ella le da un beso y él posa su mano en su rodilla. A él le suena el celular: “¿Alo? Mamita…si, llegamos en quince minutos, ya…chao mamita” y cuelga. Se bajan a la próxima estación.
Cuando vamos en el túnel aparecen unos números, 6.570, 6.430, 6.120…me paso el rollo de que son los minutos que me quedan de vida, y prefiero no seguir mirando. No me quiero bajar, voy entretenida mirando desde el suelo a toda la gente que baja y sube casi mecánicamente. Me fijo que ya nadie mira las estaciones, todos se las saben de memoria, o quizás están tan aburridos que si se pasan les daría lo mismo, el aburrimiento se los debe estar coemindo, pienso.
Estación Universidad de Santiago, me bajo. Camino lento, llego hasta la ventanilla de Pullman Bus y compro el pasaje. Son las 2.45, el bus sale a las tres. Me queda plata solo para un cigarro suelto y para la micro a mi casa. En los quince minutos que me quedan empiezo acordarme de lo que fue mi estadía, de cuando fui al Cerro Santa Lucía. Era lindo, pero no llegué hasta arriba, mis primas pusieron una cara de paja, que ni a mi me dieron ganas de subir. Al frente del cerro había una feria en donde me vi el tarot. La mina que me vió las cartas era muy blanca, de pelo negro y tenía puesta una polera de Motorhead. Sí, ella contestó las cinco preguntas que debía hacer sobre mi vida. Una metalera-bruja-adivina-tarotista. Cuando salí de la sesión, igual estaba emocionada, le había achuntado a algunas cosas. Pero unas horas más tarde, me dio un ataque de risa de solo pensar que había gastado tres lucas para que me dijeran las mismas weas que ya sabía hace harto rato. Bueno, la cosa es que me vi el tarot. Y eso que ni siquiera quería hacerlo en un principio, pero me dijeron en un tonote reto: “¿Se te chupa?” y ahí cagué. Me estaban tratando de mamona y eso me superó. Ojalá que las tres lucas se hayan invertido bien y que la mina se haya comprado una bola mágica o algo así.
Me acuerdo de mi salida a un lugar que se llamaba “Cyclo Público”. Había dos minos que estaban sentados muy cerca de nosotros, pero que en toda la noche no hablaron nada. Me hizo acordarme del personaje de Rita de “La Sagrada Familia”. La mina tenía mutismo selectivo, osea, que no hablaba por decisión propia. Lo encontré muy cool. Es como una revolución pacífica. Escuchamos tantas weás todo el día, y hablamos tanta tontera, que es bien respetable que alguien decida callarse, y comunicarse mediante otras formas. Encontrar de nuevo la magia de una mirada o un gesto. Bueno, la cosa es que no hablaron en toda la noche.
El sábado, como a las ocho de la tarde descubrí que soy una voyerista innata. Justo al frente del edificio de mis primas viven tres jóvenes universitarios. Estaban preparando un asado y de a poco el departamento se fue llenando. Estábamos re entretenidas mirando. Como a las tres de la mañana descubrimos que era el cumpleaños del Ignacio. Cantaron bastante fuerte el cumpleaños feliz. A las once de la mañana sólo quedaban los tres dueños de casa, estaban ordenando y le estaban pasando virutilla al suelo, mientras seguían brindando. Estábamos pegadas en la ventana sapeando. También le sacamos la película a una pareja que la noche anterior se había sentado justo en un banco a la salida del edificio. Ella se le sentó encima y le dio un beso largo y apasionado. Luego se sentó a su lado y le hacía cariño en el paquete mientras se seguían besando y le metía los dedos en su boca. De repente miraron los dos hacia arriba y nosotras nos escondimos rápidamente. Después de como cinco minutos seguimos espiándolos. Sólo conversaron. Estuvimos como veinte minutos en la misma. Nos avergonzamos un poco de nuestros actos, pero quizás a todo voyerista principiante le pasa lo mismo.
El bus prende el motor y a mi me queda la mitad del cigarro, lo termino y lo tiro al suelo. Antes hubiera subido al tiro al bus, me imaginaba que se iba a ir sin mí. Ahora me da lo mismo y soy la última en subirme. Me siento atrás, bien atrás, siempre pido la misma ubicación, me gusta ser la última en bajarme. Me acomodo en los dos asientos y sólo veo manos alzándose hacia arriba, que empiezan a jugar con los botoncitos, y como si todos los pasajeros se hubieran puesto de acuerdo, ponen el aire acondicionado. Me pongo a leer, pero lo dejo y escribo algo en mi cuaderno. El bus sale del terminal, decido no leer y dejo de escribir porque la letra me sale como pendeja por el movimiento del bus y no me entiendo nada. Miro por la ventana, aunque me sé el camino de memoria, y deseo que el bus tome una calle desconocida o se desvíe en algún lugar para no llegar nunca, pero no lo hace y a las dos horas llego a lo mismo de siempre.

Posteado por numb @ 11/27/2005 02:45:00 a. m.

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